Turismo en Cádiz

La urbe más antigua de Occidente, Cadiz, la columna de Hércules, el non plus ultra, una bellísima ciudad del siglo XVIII que parece anclada en medio de su bahía. Al principio de sus tiempos, Cádiz estaba compuesta en dos islitas enfrente de la costa, un asentamiento comercial fenicio bien comunicado y fácil de defender, una estación de las navegaciones de cabotaje púnicas camino de los metales de Huelva y el secreto Atlántico. Después de los fenicios, Cádiz sedujo a Roma con sus procaces puellae gaditae, alegres putitas duchas en las artes del entretener, que se hicieron imprescindibles, en los banquetes de los mas pudientes.
En la Plaza de San Antonio puede visitar el Centro cultural Casino Gaditano, fundado en 1844, que pertenece a Caja Sol.

El viajero frecuente a Cádiz, es animal de costumbres y ha hecho de su visita a Cádiz una ceremonia precisa que repite con pocas variaciones tres o cuatro veces al año. A Cádiz, como a Venecia, que tiene vocación de isla, es mejor llegar por mar, en barco humilde.
En El Puerto de Santa Maria, junto a la plaza de las Galeras Reales, donde esta la fuente que surtía de aguada a los galeones antiguos, esta el embarcadero de donde sale cada dos horas el vaporcito de El Puerto, la vetusa motonave Adriano III que cruza las tranquilas aguas de la bahía. Rafael Alverti, marinero en tierra y poeta, pidió en su testamento que sus cenizas se arrojaran a la bahía desde este vapor.

Desembarcamos en Cadiz en el rincón del puerto frente a la excesiva Plaza de Sevilla y vamos paseando hasta los jardines de Canalejas. A la derecha queda la plaza de San Juan de Dios, con su elegante ayuntamiento neoclásico que tiene frontón de templo Griego y balconada ex profeso para que los gobernantes saluden al pueblo que aclama con su mijita de guasa, harto de verlos pasar desde el fondo de los siglos. Hay en el ayuntamiento en reloj que da las horas y los cuartos al compas de “El amor Brujo”. Al visitante le llama la atención la policromía suave de las flechas pintadas en tonos rosa, celeste y ocre.

La Catadral Bicolor

La calle Pelota va a desembocar en la plaza de la Catedral de la Santa Cruz. El templo mayor gaditano estuvo en obra del siglo XVIII y  del XIX, por lo que refleja la sucesión de estilos y gustos: empieza como un templo barroco con cierto viraje al rococó y termina en depurado neoclásico.
Al turista le llama la atención que media fachada sea rojiza y la otra media blanca. Esta variación de los materiales, no se hizo por capricho sino por limitaciones presupuestarias. En las partes más nobles del templo se empleó mármol genovés, en la fachada simple caliza de canteras cercanas y en los cerramientos laterales la piedra ostionera con la que esta construido medio Cádiz, muy porosa y dejando bien a la vista los sedimentos marinos de conchas y almejas y ostiones de los que esta compuesta.
La cúpula de azulejo dorado de la catedral recuerda las obras de la lejana Bizancio o las de Italia. Notables son las bóvedas del altar mayor y la sillería del coro. En la cripta se encuentran sepultados los ligeros restos de Manuel de Falla, hijo predilecto de la ciudad, y los del escritor Jose Maria Peman, que le hizo versos a Franco y a Lola Flores. Dos altísimas torres campanario ochavadas enmarcan la fachara.

la catedral bicolor
Oratorio de San Felipe Neri

La iglesia Oratorio de San Felipe Neri de Cadiz es un templo barroco de planta elíptica, construido entre 1685 y 1719 y algo rehecho después de que lo afectara el terremoto de Lisboa en 1755. El viajero contemplará con admiración la cúpula, encamonada, de doble tramo con ocho ventanales, y el retablo mayor alhajado con una Inmaculada Concepcion, de las mejores que pintó Murillo.
En este marco incomparable se celebra desde 1807 dos veces al año, en las fiestas de la Inmaculada y de San Juan, la investidura de nuevas damas y caballeros de la Real y Benemerita Institucion de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista, lo que requiere la realización de vistosos uniformes para una ceremonia de mucho lucimiento y evidente transcendencia.
En el exterior del oratorio, de aspecto bastante insípido, unas lapidas conmemoran el centenario de las Cortes de Cadiz que dieron luz a la Constitución en 1812.

Oratorio-San-Felipe-Neri-Cadiz
Plaza de Las Flores

En Cadiz, el viajero debe transitar sin prisa por la calle Compañía, asi nombrada por una casa de jesuitas y penetrar en su iglesia, para admirar los palcos celados con espesos cortinajes carmesí y decorados al gusto rococó. La calle se estrecha, bulliciosa y comercial, hasta la plaza de las Flores, tan animada y alegre, con sus quioscos de flores y un par de cafeterías de tono popular. Entrando en la plaza, a la izquierda, hay una freiduría donde puede y debe degustarse un papelón de pescaito frito.
Alli al lado esta el mercado de abastos, rectangular y trajinero como un campamento romano. No es mala idea la de dar un despacioso paseo fingiendo ser inspector de consumos para observar los raros peces en expuestos y el ajetreo de las gentes, su trato y sobretodo su gracia. Ver gentes y catar vinos es tan aleccionador o mas que ver museos.
También se puede probar el queso típico que es el payoyo de cabra ú oveja o el de cabra y oveja.

mercado de abastoDespues de curiosear por el mercado, el viajero suele cambiar de rumbo y callejear por calles estrechas y rectas, asomándose de vez en cuando a ver un patinillo interior acristalado. Abundan las casas de los siglos XVIII y XIX, armónicas fachadas con bellos balcones y cancelas, asi como puertas y contrapuertas de caoba, de la que cargaban como lastre los navios de Indias.
La plaza de la Mina es un lugar apacible donde las palomas zurean, las jóvenes parejas dominguean, los ancianos toman el sol.

plaza de las flores
Los carnavales de Cadiz

Más animado que el mercado de Cádiz solo se conoce el carnaval, la segunda semana de febrero. A muchos obstervadores les parece que el tiempo de carnavales la chocarrería y la cutrez señorean la ciudad. A otros, por el contrario, los carnavales les encantan y no se pierden ni uno. La esencia del carnaval son esas coplillas que prospenden al critiqueo de la actualidad o la autocomplacencia y cateta exaltación de los valores eternos de la ciudad y sus gentes.
Las agrupaciones carnavalescas gaditanas son de cuatro clases: coro, unas 30 personas, con guitarra y bandurria; comparsa, unas 15 personas, con guitarra, caja y combro; unas 10 personas, con el pito de carnaval, y cuarteto, cuatro personas con pitos de caña. El coro es el piropo; la comparsa, el sentimiento; la chirigota, la gracia, y el cuarteto, lo comico.

carnavales de cadiz
Sanlucar de Barrameda

Sanlucar de Barrameda es un pueblo que ha nacido en la desembocadura del Guadalquivir, frente al Coto de Doñana, en aguas procelosas que guardan tesoros de precios antiguos, alijos de droga y langostinos, producto de campo, aluvión negro y albarizas blancas, corazón de manzanilla. El viajero callejeó por el Barrio Alto, bodegas de Barbadillo, castillo de San Diego, en cuyo patio la guardesa Maria criaba un viejo cuervo que imitaba la voz del ama llamando a sus hijos.
Si se detiene a contemplar la ventana manuelina que decora la adusta fachada blanca del palacio ducal de Medina Sidonia, sin cuyo archivo al cuidado ahora de la viuda de la “Duquesa roja”, no podría escribirse la historia anzaluza e incluso la española.

El puerto de Santa Maria

El Puerto de Santa Maria, el pueblo del poeta Rafael Alberti, plaza de toros famosa, el penal del que se fugo el Lute, desembocadura del Guadalete, meca de neogurmets, pueblo blanco de calles rectas y casas señoriales con grandes balcones protegidos de grises guardapolvos de pizarra. Despues de comer buen marisco, el visitante da un paseo digestivo hasta la iglesia prioral, gotico-renacentista, donde hay una panoplia de espingardas y sables moriscos del año 1951. Regresando al muelle conviene detenerse en el castillo de San Marcos, mudéjar, con su corazón de mezquita y sus muros pintados de cenefas goticas hace cincuenta años.

Hay lapidas memoriales a Cristobal Colón, vecino del pueblo, y una cabeza de bronce de Juan de la Cosa, marino y cartógrafo. No se si mencionar el bello y reciente azulejo que reproduce el famoso primer mapa americano de Juan de la Cosa, porque me temo que cuando estas palabras se publiquen, ya habrá pasado a mejor vida.
Desde El Puerto de Sanlucar va una carretera recta entre viñedos y lisas sementeras dejando a la derecha, a lo lejos, la cintita de ladrillo rojo con cúpula central la prisión de Santa Maria 2.

Tarifa, a los cuatro vientos

Tarifa es el extremo meridional de Europa, distante solamente 14 kilómetros del África misteriosa y cautivadora.
Desde el mirador del estrecho, a poca distancia de la ciudad, se ven cruzar los petroleros que entran y salen del Mediterráneo. Es como la platea de un teatro. Durante los trescientos sesenta y cinco días al año, sopla en Tarifa vendaval, unas veces de poniente y otras del levante.
Hacer turismo en Tarifa será una experiencia cercana al mundo árabe. El viajero se informa, por un cartel municipal, de los acontecimientos históricos mas relevantes de esta ciudad. En Tarifa se encuentra la playa donde desembarcaron las pateras de Tariq, cargadas de inmigrantes para iniciar la conquista musulmana de España. En Tarfia se encuentra Castillo desde cuyos muros Guzman el Bueno arrojó el cuchillo.
Por aquí la costa se va poniendo bravía y hasta hay que cruzar dos puertos de montaña para llegar a Algeciras. Hay playas recoletas, donde coexisten multitud de culturas que son un espectáculo para ver.

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