Turismo en Lisboa

Lisboa es una ciudad portuaria, capital y ciudadela de la cultura en lengua portuguesa. Los lisboetas están orgullosos de su Lisboa. Aman su ciudad con cierto distanciamiento, lo que le da un aire cálido. Con sus 1100 km de longitud el Tejo (nombre portugués del Tajo) es el río más largo de la península ibérica. Poco antes de su desembocadura se vierte en el Mar da Palha (mar de Paja) el mayoro puerto natural del Atlántico. Desde ambos puentes o durante una navegación en el transbordador a la orilla sur, la Cacilhas, se muestra la magnífica disposición de la ciudad con sus  mejores galas: Lisboa se extiende hacia el Tajo como una platea hacia el escenario.
Entre las caras de los lisboetas se refleja el pasado determinado por la mezcla no por la delimitación. Han encontrado su plasmación en lo íbero, celta, fenicio, romano, germánico, moro, árabe, africano, indio y extemo oriental.

Chiado-lisboa
Chiado

Lisboa tiene apenas un millón de habitantes. Pero en las cercanías vive otro millón más, la mayoría de los cuales trabaja en la ciudad. De ahí que las horas punta se cinviertan en una tortura diaria. La ciudad, construida sobre siete colinas y 84 km2 está a menos de 20 km del Atlántico y goza de un clima moderado. No obstante en verano el termómetro puede superar los 35°C. En marzo y abril, pero también a partir de mediados de octubre hay que contar con las lluvias. Se publican siete diarios y una docena de revistas. El tema número uno entre los hombres es el fútbol y les gusta discutirlo en grupos, mientras las mujeres se mantienen al margen.
La Praça do Comércio se abre en el río como un portal de bienvenida, y si vas a través de la Monumental arco triunfal Arco se llega a la Baixa, la ciudad baja que hace para una experiencia de compra muy animada.
Aunque, o tal vez porque, muchos de los magníficos edificios antiguos se están desintegrando lentamente, la ciudad está llena de un encanto inusual, sobre todo en las estrechas callejuelas de la ciudad alta, el Barrio Alto, y el pintoresco barrio de Alfama, que está lleno de fachadas bonitas y bóvedas decoradas con azulejos de colores, los azulejos típicos de la región. Por la noche, las calles estrechas del Barrio Alto, el popular barrio de pub, están zumbando con vida.
El museo más importante de la ciudad es el Museo Calouste Gulbenkian, que muestra la pintura europea y magníficas artes y la artesanía del Cercano Oriente. Lisboa también tiene un atractivo más desde la Exposición Universal de 1998: el Parque de las Naciones, que incluye un oceanario masiva. El bullicioso distrito de Belém es el hogar del Monasterio de los Jerónimos de fama mundial y la Torre de Belém (ambos del siglo 16).
La luz del sol en las fachadas hace brillar las calles, aromas poderosos de ajo y sardinas asadas recorren los callejones y hacen las bocas agua.También los sonidos hacen los suyo como la falura de pan de los afiladores o el ondear y restallar de la ropa en los balcones. Un típico recorrido urbano por Lisboa, se cumple visitando la torre de Belém o el Castelo de São Jorge, pero sólo percibirá la Lisboa profunda si se deja llevar y seducir por el encanto de la ciudad.

Castelo de São Jorge
Castelo de São Jorge

Toda ciudad tiene su nimbo y el de Lisboa incluye aparte de su romanticismo, algo pobretón. Poero la pobreza que cayó sobre la ciudad y todo el país durante la decadencia de un imperio y la dictadura de Salazar (1933-1964) parece vencida por la incorporación de Portugal a la UE. Lo descolorido y ascético de Lisboa ha desaparecido.  Las casas ya nos e caen a pedazos, sino que se rehabilitan y reciben pinturas multicolores.
Una buena forma de recorrer la ciudad es un recorrido con el tranvía de anticuario Eléctrico 28. Lo mejor es partir en el barrio de Graca. Desde aquí se  baja a través de la Alfama histórica. Allí traquetea y vacila de modo terrible mientras el turista si extiende el brazo casi puede meter la mano en las cacerolas. Luego discurre por el tablero de escaques de la Baixa para ascender por el otro extremo por el Chiado, de nuevo reluciente en todo su esplendor para alegría de los lisboetas después de un incendio en 1988. Roza el parque de Estrela y la basílica del mismo nombre y ellega al final del trayecto junto al cementerio de Praceres (placeres). Tarda entre una y dos horas según el tránsito. El turista debe vigilar su bolso, ya que está lleno de carteristas.

 

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